Cuando hablamos de “coste cero” nos referimos al que implica generar el “sub-producto”, o sea, el producto secundario y, a veces, inesperado, que se deriva del proceso principal. Tiene coste cero porque el verdadero coste para el usuario, cliente o empresa es el producido por la actividad principal que ya ha decidido realizar.
Subproductos a coste cero:
Obtener un sub-producto o resultado colateral de valor, pero sin ningún coste, porque se genera como consecuencia de hacer la tarea principal.
Se verán varios ejemplos para ilustrar este molde, pero, por explicar mejor el concepto, supongamos que necesitamos desplazarnos de un sitio a otro y eso es algo que vamos a hacer de todas maneras. Ese desplazamiento tiene un coste físico y de tiempo para quien lo realice, pero si esa acción se aprovecha para generar energía utilizable para recargar el móvil, entonces esa recarga sale gratis, en lugar de tener que usar la conexión a red convencional.
Siendo rigurosos, es bastante posible que crear las condiciones para el aprovechamiento de ese subproducto siempre tenga algún coste. Volviendo al ejemplo anterior, para recargar el móvil a partir de la energía cinética generada por el desplazamiento de una persona necesitará de algún dispositivo que recoja y acumule esa energía. Este coste hay que identificarlo y medirlo para saber si, a la larga, esa estrategia de aprovechamiento de subproductos realmente compensa.
Este molde tiene relación con el 25: “Revaloriza”, sobre todo cuando adoptamos la estrategia “From crash to cash”, o sea, “convertir basura en dinero”. También, de manera más indirecta, con el 5: “Multitasking”, porque cuando estas haciendo algo, por ejemplo, esperando, que implica un “tiempo muerto”, y puedes aprovecharlo en otra actividad, estas convirtiendo un momento perdido (en términos de tiempo, tendría un coste cero) en algo de valor. Por decirlo con otras palabras, la energía de la espera se canaliza hacia alguna acción que aporta valor.
Imaginemos, por ejemplo, que utilizamos superficies disponibles, y desaprovechadas, para crear valor a coste cero. Sería el caso de colocar en las carteras de mujer, o en las mochilas de senderismo, unas células fotovoltaicas para generar energía que sirva para recargar el móvil. Otro caso sería aprovechar las tapas de los portátiles que usan los conferencistas en sus ponencias para poner publicidad de marcas.
Un caso icónico de emprendedor que ha explotado sistemáticamente este molde, y que nos sirve de inspiración, es el científico y empresario guatemalteco, Luis Von Ahn. Como explican en Cadena Ser, lo que lleva haciendo Von Ahn durante toda su carrera es girar en torno a una máxima: que el valor de algo no sólo se puede traducir en dinero; o mejor dicho, que no solo el dinero posee valor. Lo explica así: «Estamos identificando algo que la gente quiere hacer, como ir al gimnasio o aprender un idioma y estamos encontrando maneras de extraerles valor en lugar de cobrarles«.
Igual que ocurre, por ejemplo, cuando en un gimnasio, el ejercicio que hacen los asistentes podría generar electricidad; es lo que hace la empresa de Luis Von Ahn, Duolingo, cuyo modelo de negocio consiste en que los usuarios, mientras van aprendiendo sus lecciones, tienen la oportunidad de poner a prueba lo aprendido a través de tareas de traducción de breves textos. Esos textos traducidos son oro para Duolingo. Como bien explica su creador, los auténticos clientes de Duolingo son empresas que les pagan, como CNN, para que sus textos en inglés sean traducidos en distintos idiomas. Ahí está la «electricidad» que se puede vender.
Para trabajar este molde te invitamos a hacerte estas preguntas pensando siempre en tu organización o proyecto de empresa:
Para ayudarte en la reflexión y el uso de este molde, inspírate en los siguientes ejemplos:
traduces textos mientras aprendes un idioma
la discoteca sostenible