Este molde propone concebir el diseño de un dispositivo, tecnología, programa, metodología o iniciativa pública de tal modo que permita y aliente a las personas usuarias o a la ciudadanía, a modificarlos, adaptarlos y mejorarlos para que éstos sean los que ellos desean.
La recomendación principal es no diseñar sistemas cerrados, herméticos, que solo se puedan usar tal como han sido concebidos por sus creadores, sino que puedan ser “apropiables”, o sea, “editables”, por los colectivos a los que están dirigidos.
Déjalo abierto:
Empoderar a los usuarios para que puedan personalizar, ampliar o reenfocar el uso de los productos que se les ofrece. Diseñarlos abiertos para que exploren nuevas posibilidades.
Cuando se diseña así, se cultiva la reciprocidad entre los usuarios y los diseñadores, se fomenta la transparencia, y se abre a la posibilidad de usos imprevistos. Por otra parte, al “dejarlos abiertos”, estamos facilitando acciones del usuario según lógicas DIY, o sea “hazlo tú mismo” (molde 11). Se trata, entonces, de dos moldes que se refuerzan mutuamente. Si dejas abierto un producto o sistema, estas permitiendo que el usuario tenga la libertad de buscarle nuevas aplicaciones y usos, y de esta manera “personalizarlo” a sus propias necesidades.
Esta idea del diseño abierto conecta con lo que en ingeniería de software se llama “open source” o “código abierto”, para hacer referencia a que el código fuente de un producto de software no se mantiene como propietario, sino que es de libre acceso para cualquier persona. En general, esto podría aplicarse a cualquier detalle tecnológico de cualquier producto. Generalmente, el dinero se gana con servicios complementarios al producto, como consultoría y soporte.
Abierto no significa gratuito, y que algo sea de acceso público no quiere decir que seguir esta filosofía en tu trabajo te convierta en un mendigo al no obtener un centavo por tus ideas. Las ideas y el trabajo siguen teniendo sus autores, pero abrirlas a la participación para que otros se beneficien de ellas o puedan incluso mejorarlas tiene mucho mayor impacto en el mundo, que cerrarlas a solo un pequeño grupo.
A diferencia del código cerrado y licenciado, los proyectos Open Source acaban dando como resultado software al alcance de todos. El caso más ilustrativo es sin duda Linux, fuente del sistema operativo libre más popular del mundo, aunque también ha contribuido de alguna forma al desarrollo de Android y de otras ideas de negocio.
Lo más fascinante de esta filosofía es la posibilidad de “dejarse sorprender” por el ingenio y habilidad de los usuarios, algo que habitualmente es difícil de gestionar en el mundo empresarial. Esto es así porque los diseños abiertos facilitan y promueven la “cultura hacker”, entendida ésta como la posibilidad de que los usuarios implementen soluciones que sigan lógicas no buscadas por la empresa que creó el producto o servicio.
Construir un ecosistema creativo en torno al producto, facilitando las herramientas adecuadas para que los usuarios puedan modificar el uso de las cosas, incluso concibiendo fines no previstos por la empresa, es un propósito valiente que requiere un diseño inteligente para que todos salgan ganando.
Otra ventaja derivada de este principio de diseño es concebir “productos vivos”, o sea, aquellos que pueden mutar, transformarse y ampliarse en el tiempo, gracias a que no están cerrados. Por ejemplo, el cliente recibe junto al producto unas herramientas para personalizarlo y modificarlo a su gusto. Es el caso de una camiseta, con unas plantillas y tinta lavable, para que los niños cambien el diseño a tu gusto.
La Fundación Goteo.org explica las ventajas de concebir sistemas abiertos en el diseño de productos y servicios:
Cualquier cosa que se diseñe o planifique en abierto creemos que ofrece un enorme potencial para generar nuevas obras o creaciones derivadas a partir de su ejemplo, y en última instancia un impacto mucho mayor en la sociedad de todo lo bueno que puedan ofrecer. También el diseño abierto permite albergar comunidades a su alrededor y (no menos importante) un ecosistema productivo y económico en que la mayoría de participantes pueda salir beneficiado, difuminada la distinción tradicional entre consumidor y productor.
Una línea a trabajar es el “Open Data” o la política de datos abiertos. Por ejemplo, el Dpto. de Medio Ambiente de cualquier gobierno publica información, datos, sobre logística de transporte de residuos en una comunidad, para que la gente procese los datos, desarrolle aplicaciones y publique análisis complementarios. Al hacer esto, está abriendo la posibilidad de que mucha gente, experta o no en el tema, pueda valorizar datos ociosos o sub-utilizados.
Si un producto, servicio o sistema se diseña del tal modo que permite al usuario o cliente añadir nuevas funcionalidades, desarrollar extensiones e, incluso, modificar acciones; pero, además, crea las condiciones para que esas modificaciones o mejoras se compartan colectivamente, estará facilitando la creación de un ecosistema de usuarios que contribuya a la innovación compartida del mismo.
Para que eso sea posible, el producto o servicio necesita un “diseño abierto”, que permita introducirle modificaciones y probar nuevas funcionalidades. Es así como los clientes o usuarios pueden enriquecerlo con aportaciones que no habían sido pensadas originalmente.
Para trabajar este molde te invitamos a hacerte estas preguntas pensando siempre en tu organización o proyecto de empresa:
Para ayudarte en la reflexión y el uso de este molde, inspírate en los siguientes ejemplos:
El poder de la electrónica de código abierto
Edita tu camiseta como si fuera una wiki
Compartir archivos de diseño para que los clientes fabriquen sus propias carcasas
Comunidades de modders en los videojuegos