Las etiquetas, junto con el packaging, de los productos son, además de un soporte de comunicación para cumplir la normativa, un dispositivo muy útil para aportar valor de interés para los clientes.
Un caso interesante, que se va convirtiendo en tendencia en la industria alimentaria, son las llamadas “etiquetas inteligentes” que permiten conocer, en tiempo real, el grado de frescura u otros datos de los productos envasados.
Por ejemplo, en los productos cárnicos, este tipo de etiquetas permiten al consumidor saber, en cada momento, si el producto está contaminado o no en elevadas proporciones microbianas mediante la reacción del indicador que cambiaría de color, según este grado, y sabrá por tanto el grado de frescura del producto. El interfaz de la etiqueta es sencillo porque el cambio de colores refleja una información que el consumidor necesita obtener de forma objetiva para tomar su decisión de compra, lo que le da más confianza que cuando lee una etiqueta convencional.