Nos recuerda National Geographic, que cada año se venden 1.500 millones de teléfonos inteligentes, generando un ciclo que produce, vende y elimina cada año miles de millones de productos electrónicos que generan ganancias rápidas a un coste humano y medioambiental demasiado alto.
En 2018, por ejemplo, generamos 48,5 millones de toneladas de basura electrónica, de los cuales tan solo el 20% son reciclados, según el último informe de Naciones Unidas. Por otra parte, es bien sabido que ésta no es la única, ni la peor, huella que dejan nuestros dispositivos. La utilización de minerales como el cobalto, el coltán o el litio en la fabricación de nuestros modernos smartphones deja a su paso un amplio rastro de explotación social y medioambiental.
Como respuesta a esa realidad, Greenpeace lanzó la campaña Time to Rethink-IT para retar al mercado de las nuevas tecnologías a asumir las consecuencias del rápido crecimiento de la demanda: “Detrás de esta innovadora tecnología del siglo XXI se encuentran la cadena de suministro y los procesos de fabricación que aún dependen de fuentes de energía del siglo XIX, prácticas mineras peligrosas, productos químicos peligrosos y mal diseñados que impulsan el consumo de los recursos de la Tierra (…) Esta realidad oculta contrasta con la imagen con visión de futuro y conciencia ambiental que la mayoría de las empresas de TI proyectan”
El avance de la tecnología móvil y la constante innovación de los smartphones ha acortado la vida útil de los terminales, haciendo que estos queden obsoletos poco después de comprarlos. Por este motivo, en la actualidad surgen opciones ecológicas que quieren promover el consumo responsable y detener la obsolescencia programada de los equipos. Los llamados “teléfonos ecológicos” ofrecen una alternativa más perdurable en el tiempo y más amigable con el planeta. Algunos funcionan con energía solar, están fabricados con materiales reciclables y no contaminan el ambiente.
Como respuesta a esta insostenibilidad ética y de recursos, una empresa holandesa se lanzó en 2013 a la fabricación del primer smartphone justo. Así nació FairPhone, el primer teléfono modular que pretendía responder a la creciente demanda de quienes exigen poder estar conectados sin tener que pagar un alto precio moral.
“No tendrás que elegir entre un móvil magnífico y una cadena de abastecimiento justa” es el lema de FairPhone, pionero de los móviles ecológicos y una de las referencias del resto de fabricantes. Construido por módulos, los ingenieros de este dispositivo tienen en mente que todos sean fácilmente reemplazables para así poder ampliar la vida del teléfono. Centrados en la extensión de la vida útil, materiales justos, buenas condiciones de trabajo y reciclaje, surgen los móviles del futuro.
Hace ya diez años, la misma fuente nos recuerda que llegaba la propuesta eco Samsung Blue Earth al Mobile World Congress, que funciona con energía solar y está fabricado con materiales reciclados. Greenpeace le colocó, por aquel entonces, la medalla al Smartphone más ecológico, un teléfono fabricado sin sustancias contaminantes ni materiales tóxicos.
Project Ara, otra iniciativa de “teléfono modular”, ahora impulsada por Google, es un proyecto que se quedó a las puertas del mercado. El gigante tecnológico sigue trabajando en ello para decidir si sacarlo adelante o no.