Desde la presentación del primer modelo en 1998, el iMac evolucionó a través de cinco formas distintas, todos firmados por Jonathan Ive, famoso diseñador industrial. Este ordenador gozó, desde el principio, de una popularidad relativamente alta debido a su estética diferenciadora del resto de ordenadores de sobremesa del mercado que existían hasta entonces.
En realidad, Apple, con su iMac, fue el primer gran fabricante de ordenadores que se atrevió a negar la premisa de que los equipos informáticos tenían que ser necesariamente “productos grises”, y que, por tanto, el diseño y los colores no podían ser una razón determinante para la compra. Demostró, por el contrario, que el ordenador se podía vender, incluso, también como mobiliario de oficina de high style.
La mayoría de los expertos reconocen que el iMac, un ordenador que combinaba en una carcasa todos los componentes del ordenador y que cambió para siempre Apple. Aunque los ordenadores todo en uno no eran nuevos, Apple revolucionó la informática con el Macintosh, este iMac mostraba como se podía rediseñar por completo un equipo que incluía en un (para aquél entonces) espacio reducido un monitor, CPU, lector de CD y altavoces, en un diseño atractivo para una nueva generación de usuarios. El iMac G3, por ejemplo, inició la era donde los colores fuertes y el plástico estaban a la orden del día en los diseños de Apple. Además, este iMac destacaba por un diseño translúcido que dejaba ver parte de lo qué había dentro.
Steve Jobs estaba absolutamente orgulloso de su nuevo ordenador porque no se parecía a ninguna computadora anterior. Llegó a decir, con su mordacidad habitual, que: “La parte posterior de nuestro ordenador es más bonita que la parte delantera de los suyos”. Era la frase que repetiría, durante mucho tiempo, el consejero delegado de Apple.