¿Te imaginas que en una cajita pudieras meter un conjunto de sensaciones y experiencias para que las disfruten tus amigos o alguien que quieras? ¿Quieres hacer un viaje o vivir un momento especial, haciendo algo también especial, sin necesidad de contratar un servicio en una agencia, o gestionar la compra a través de distintos proveedores en Internet? Pues todo eso es posible comprando una “caja de experiencias”, en un escaparate de una tienda.
También llamadas “cajas regalo”, porque son una solución muy práctica para hacer regalos, más allá de comprar una corbata, un bolso o un libro. Con ellas es posible acceder a tratamientos de belleza, una tarde en el spa, una buena comida, una actividad de aventura, o simplemente una estancia relajante y rejuvenecedora en un hotel con encanto.
El primer producto que salió al mercado, en esta modalidad, fueron los Smartbox, buscando paquetizar un servicio turístico en forma de un producto, que se materializa en una caja de regalo con la presentación adecuada. Los Smartbox sorprendían porque ofrecían la posibilidad de regalar o regalarnos experiencias gastronómicas, escapadas de termalismo y salud, actividades de aventura o de disfrutar de salidas en globo o paseos en Ferrari.
Como se ve, el servicio que se vende sigue siendo un servicio (por ejemplo, si incluye una sesión de SPA para dos, ese servicio se sigue dando), pero lo que se “productiza” es la comercialización, la forma en que llega al cliente final. En lugar de que se ofrezca a través de una agencia de viajes, se puede colocar en un escaparate. Su éxito radica en la facilidad para “paquetizar” el regalo. Su formato-producto se evidencia aun más cuando constatamos que tiene fecha de caducidad, es decir, estas cajas “caducan”.
Después del éxito de Smarbox, han aparecido muchas marcas que se disputan el mismo mercado, como La Vida es Bella, Wonderbox, Dakotabox y PLanB!, entre otras.