Es habitual en las aulas universitarias (y en otras enseñanzas), que el profesorado haga preguntas, al inicio de las clases, para comprobar si se ha estudiado o, simplemente, para crear conexiones de contenidos impartidos antes con la materia que toca ese día. Lo típico que se hace es que el profesor o profesora termine preguntando a alguno de los participantes que levanten la mano. La regla habitual es: “Si quieres contestar, levantas la mano”.
Pues bien, vamos a invertir los términos, a ver qué pasa. Supongamos que un profesor cambia las reglas de juego, y le plantea al alumnado que, a partir de ese momento, levantará la mano todo aquel que NO quiera que le pregunten. O sea, la nueva regla se reescribiría así: “Si NO quieres contestar, levantas la mano”.
¿Cuál crees que puede ser el efecto pedagógico de hacer eso? El primero, y más evidente, es que los que no han estudiado, y por tanto no quieren que se les pregunte, se ven obligados a dar la cara. Ya no es como antes que conseguían pasar inadvertidos entre la multitud que no levantaba la mano. Ahora no hacer nada significa que estás preparado/a para contestar así que, si no lo estás, tendrás que hacer algo. Un segundo efecto, y el más beneficioso, es que levantar la mano para decir “a mí no” es una práctica de la que no se puede abusar. Dar la cara, en este caso, significa identificarte como alguien que no ha estudiado o que no participa, así que en algún momento vas a tener que prepararte para no “dar el cante” en todas las clases.
Invertir el sentido del silencio, o del no-hacer-nada, puede cambiar positivamente la predisposición y la actitud de la gente. Esto no solo es aplicable a actividad docente, sino también a la gestión de reuniones y otros ámbitos donde se espera que la gente participe.