Durante un tiempo, a medida que vamos teniendo más clientes y mejorando nuestra capacidad de prestar un servicio, se expande el aprendizaje y llega un momento en que lo que sabemos se puede convertir en un “producto” en sí mismo, o sea, se puede vender. Y cuando decimos que se puede “productizar”, eso significa que se “empaca” de alguna manera que no haga falta ya nuestra intervención directa para usarse. Hacemos un esfuerzo importante en darle forma a lo que sabemos, en un formato que sea “consumible” por muchas personas, y lo colocamos en un sitio de Internet que facilite el acceso de decenas, cientos o miles de usuarios.
Por ejemplo, eres dietista y después de un tiempo de dar excelentes servicios, con bastante éxito entre tus clientes, puedes crear un curso online sobre “cómo llevar una dieta equilibrada y saludable”. Si eres un carpintero quizás puedes crear un curso de “bricolaje”. La clave está en que puedes vender tu conocimiento de manera estandarizada en forma de un curso, que la gente va a consumir por su cuenta, sin exigir más tiempo de tu dedicación. Estos cursos, que son accesibles por Internet de forma estandarizada, entran dentro de la categoría de “infoproductos”, porque están hechos a partir de información.
Como hemos dicho antes, para empaquetar lo que sabes en un “producto” se necesita un esfuerzo importante. Es laborioso de realizar e implica un esfuerzo y trabajo inicial considerable, pero una vez montado, se puede automatizar y ponerlo a la venta para “escalar” el acceso al mercado, y poder llegar a un número elevado de clientes a los que sería imposible acceder si lo hicieras a través de un servicio.