La tradición mallorquina de conservar alimentos, después de los obligados pasos para lograrlo, envasándolos en latas y recipientes de cristal, bien cerrados, se sigue manteniendo en hogares y conventos de monjas.
Estas tradiciones están siendo recuperadas también por industrias y empresas conserveras de la isla. Productos que van desde patés de carnes y hortalizas, hasta mermeladas de frutas, pasando por encurtidos, jaleas, frutos secos, turrones o panes de higo y albaricoque. Una larga gama de productos tradicionales isleños que además de aportar sabores diferentes, añaden la dimensión nostálgica y de autenticidad en la experiencia de consumo.
Una de las conservas mallorquinas más antiguas, de gran tradición mediterránea, es la de los encurtidos, esencialmente los relacionados con las aceitunas, las alcaparras y los pimientos picantes, conocidos estos popularmente como guindillas. Se trata de una técnica en donde la sal es principal protagonistas junto al agua, y con el vinagre como eliminador de bacterias.
Rescatando recetas antiguas, también se está impulsando la elaboración de conservas de mermeladas. Otra recuperación en esa línea, producto muy demandado como fina delicatessen, es la conserva de tomate, tanto seco como con aceite puro de oliva. Productos que se encuentran en tiendas especializadas en gastronomía selecta.
Todos esos productos, al usar recetas originales y acreditarlo, buscan reforzar el relato de autenticidad, alejándose del modelo industrial que apuesta por ingredientes más artificiales.
Fuente: Diario de Mallorca